JOSÉ MARÍA Y ÁLVARO EN SU VIAJE A EGIPTO
Érase una vez un niño llamado José María al que le gustaba mucho explorar sobre faraones egipcios. Un día estaba viendo la tele
y de repente vio un anuncio en el que decían que se sorteaban dos billetes de
avión para ir a Egipto. Entonces se apuntó la dirección de donde sorteaban los
billetes y se fue corriendo a decirle a su madre que le llevara en coche al
sitio que se sorteaban los billetes. Cuando llegó al lugar del sorteo vio que
había una cola inmensa y tuvo que esperar mucho tiempo hasta que, al fin le
tocó, movió la palanca de la rueda y vio que ¡salió la bola de oro, así que eso
significaba que le había tocado el premio! Pero ahora faltaba por ver a quién
se llevaba para acompañarle en su viaje. Ya lo tengo, dijo José María, me
llevaré a mi amigo Álvaro. Voy a ver si se viene conmigo, dijo el niño. Primero
fue a casa de Álvaro y éste le dijo que vale, que lo esperaría enfrente de su
casa. Se despidieron de su familia y fueron a coger el bus para ir al
aeropuerto. Cuando llegaron al aeropuerto cogieron el avión y se fueron a
Egipto.
Cuando llegaron les recibió un hombre muy
raro y con una ropa aun más rara. El hombre les decía que Egipto era muy bonito
pero que cuando fueran de visita al desierto que no se perdieran porque el
faraón Tutankamón había puesto muchas trampas por esa zona. Se instalaron en su
habitación y antes de pasar 5 minutos entró un hombre diciendo que se fueran
con él a una expedición por el desierto. Ellos aceptaron sin dudarlo, pero
cuando salieron no les fue tan bien, a los
10 minutos de ir andando le picó una serpiente a Álvaro y su grito fue
tremendo: ¡AAAAAAAA! Por suerte la serpiente no tenía veneno y a los 6 o 7
minutos le picó un abejorro a José María y él no gritó tanto como Álvaro, porque
era un abejorro, pero también gritó lo suyo. A la media hora de ir caminando José María y Álvaro
cayeron en una trampa y se encontraron en una habitación oscura en la que había
una puerta que decía en Egipcio: si quieres abrir esta puerta muy alto serás,
Álvaro y José María pensaron, muy alto serás. ¡Eureka! dijeron los dos niños a
la vez: estará encima de la puerta, así que José María subió a su amigo encima
de él y tocó un pulsador que había. Al instante, la puerta se abrió lentamente
y allí encontraron una especie de ataúd de oro y se acercaron a él rápidamente.
Allí había una inscripción que ponía: aquí yace Tutankamón. Abrieron el ataúd y
dentro había una copa de oro junto a la momia. Para su gran sorpresa el faraón
les dijo algo: Abdul ramadin sin yut. Esto significaba: coger la copa y os
llevara a casa pero lo que estáis viendo y oyendo se irá con vosotros a la tumba,
¿de acuerdo? Después de esto, los niños cogieron la copa y regresaron a casa,
llegaron fascinados y súper agotados y su familias los estaban esperando muy contentas y les
prepararon una cena tan rica que cuando terminaron de dar el último bocado
cayeron fritos del sueño.
FIN
(AUTOR: JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ SERNA 5ºA)
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